Si robas poco te vas preso, si robas mucho te vas a clases de ética.
Esta es una frase que se repite cada vez más en una ciudadanía cansada de las injusticias y el doble estándar de muchos (los medios, la política, los tribunales, etc).
Parece ser que las leyes y normativas se aplican duramente a la gente común y corriente y no así a quienes ostentan un poco de poder, si un poco, porque tampoco son figuras de mucho poder a quienes vemos salirse con la suya en varios aspectos en los cuales la gran mayoría estaríamos presos. Esto nos lleva a pensar que hacen los que, si tienen poder, posiblemente cosas que ni siquiera nos enteramos…al menos por ahora.
Cansa, esto cansa. La gran mayoría trabajamos día a día, largas hora (ya sea como empleados o emprendedores). Pagamos nuestros impuestos (hay si no, pues se nos caen las penas del infierno) y tratamos de hacer las cosas bien, según nos dictan las normas, la ética y la moral.
¿Pero se han puesto a pensar quien determina lo que es ético y lo que no?
¿No será que es un invento, así como los pecados, que los inculcaron los que constantemente están al margen o fuera de ellos?
No es descabellada la idea, pues así “reducen” el mercado de la “trampa”, solo ellos tienen el monopolio, mientras los demás “nos limitamos” y “autocensuramos” porque no es ético o moral, mientras ellos roban a destajo.
Tienen el poder económico, financian campañas, así legislan según sus conveniencias y vemos que para ellos está bien el dar plazo de 13 años para pagar un “robo” a simples trabajadores y que con ello se han hecho multimillonarios con nuestro dinero, pero rasgan vestiduras si se quiere condonar el CAE que es dinero que se le debe a los bancos. No es difícil sumar dos más dos para saber a quienes defienden y quienes dirigen la orquesta.
Desde esta perspectiva, como convencemos a los jóvenes que esta bien estudiar 5 o 6 años en una universidad para sacar un título (quedando endeudado en montos usureros), para después salir ganando un sueldo que casi está al borde el límite de la pobreza. Y aunque ganara sobre un millón, tampoco le alcanza si tiene que costearse un arriendo, comer y que decir si tiene hijos. Mientras otros se gastan el doble del monto de ese sueldo, en bencina pagada por todos notros, o derechamente se roban millones.
Con que moral criticamos, por ejemplo, a quienes han optado por vender contenido en Redes Sociales, si con ello ganan cuatro veces (o más) de lo que ganarían teniendo un título.
Es esta ética y moral a la chilena, lo que ha validado esta deformación de las aspiraciones de los jóvenes, en donde todo es válido para obtener dinero, pues es este el que definitivamente rige al mundo, lamentablemente.